En época estival es común la formación de tormentas que descargan una gran cantidad de agua e intensas descargas eléctricas en muy poco tiempo. En algunos casos sus consecuencias son fatales, provocando incendios o inundaciones. Por fortuna normalmente sólo se tratan de espectáculos de peculiar belleza, muy intensos pero de corta duración y que permiten disfrutar tras su paso de un ambiente fresco y renovado. No olvidemos que tras la tormenta viene la calma.
Creación de las tormentas
Para entender cómo se forman estas tormentas imaginemos un caluroso día de verano. El suelo recibe los rayos del sol y esto provoca el calentamiento del aire que se encuentra justo por encima. Este aire cálido se vuelve más ligero y por lo tanto se eleva desde la superficie terrestre. Si además de calor, el aire contiene humedad, al subir y enfriarse formará un cúmulo. Esta nube puede aumentar si sigue recibiendo nuevo aire húmedo y cálido de la superficie, haciendo que se vuelva más grande y más pesada. Si continúa el proceso, llegará un momento en que el aire frío comenzará a descender a través de la nube “empujando” las gotas de agua que caen en forma de lluvia.
Este proceso es bien conocido por los físicos en general y los meteorólogos en particular, por lo que los sistemas de predicción de tormentas son cada vez más precisos. Modernas herramientas basadas en las imágenes aportadas por satélites y potentes softwares para la gestión de los datos obtenidos permiten predecir cuándo, dónde e incluso la intensidad de tormentas que todavía no han llegado.
De pequeños todos hemos utilizado el truco de contar los segundos que pasan entre que vemos un relámpago y oímos el trueno producido por el impacto de la descarga eléctrica. Dividiendo entre 3 los segundos de diferencia entre el trueno y el relámpago podemos estimar aproximadamente la distancia a la que se encuentra la tormenta. Hay que tener presente que la velocidad de la luz es muy superior a la del sonido y por este motivo vemos antes que oímos la descarga. Por ejemplo si pasan 9 segundos entre el relámpago y el trueno podemos deducir que la tormenta se encuentra aproximadamente a 3 kilómetros de nuestra posición.
Pero los tiempos han cambiado y actualmente hasta los simples aficionados pueden disfrutar de un estudio profundo de la meteorología, utilizando estaciones meteorológicas sencillas y funcionales pero al mismo tiempo muy completas.
¿Qué equipos se usan en una estación meteorológica?
- Termómetro: realiza la medición de la temperatura en tiempo real. Pero también debe permitir el registro de la temperatura máxima y mínima. Si se dispone de un datalogger será incluso posible registrar las temperaturas cada cierto tiempo y posteriormente descargarlas en un ordenador para la creación de gráficos.
- Higrómetro: lo utilizamos para conocer la humedad relativa del ambiente. De esta forma se puede saber cómo de saturado de agua está el aire.
- Barómetro: imprescindible para medir la presión atmosférica. Utilizando sus medidas se generan los gráficos de isobaras que muestran las zonas de altas y bajas presiones. Es una herramienta fundamental para la predicción del tiempo.
- Pluviómetro: es un recipiente que se emplea para medir las precipitaciones ocurridas en un punto en concreto durante una cantidad determinada de tiempo.
- Anemómetro: instrumento utilizado para medir la velocidad y el caudal del aire.
Los datos recogidos por estos aparatos deben ser analizados por un software adecuado que permita establecer patrones y de esta forma utilizar los mapas y gráficas creados para realizar estudios y predicciones.
En cualquier caso, todos los equipos empleados deben estar calibrados y ser verificados de forma periódica, para poder garantizar que los datos tomados son correctos. Sólo de estar forma podremos saber si debemos coger el paraguas antes de salir de casa…
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